Toda historia necesita hiladores. Algunas para empezar, otras para acabar y a veces, por qué no, también para terminarse. A ratos, una sola persona no basta y la idea se te resiste, se niega a dejar de serlo hasta que alguien no te da ese último empujón, ese "demasiadas palabrotas", el "me gusta la narración pero este personaje nunca llamaría a su
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